-- Análisis histórico en torno a como se cumplieron las profecías y "no quedó piedra sobre piedra" del segundo Templo de Jerusalém --
Queridos amigos y amigas, hermanos y "llamados" en general del Yisrael de Yahweh, ¡shalom tengan y benditos sean todos Ustedes dondequiera que estén, en el santo y poderoso nombre de Yahushua Ja Mashiaj---nombre sobre todo nombre!
Amados, en esta ocasión vamos a conocer los detalles que pocos conocen acerca de la horrenda destrucción del Templo de Herodes en el año 70 de esta era, y les aseguro que se sorprenderán con lo que van a leer.
Todos sabemos que el General Tito marchó con los ejércitos romanos para sitiar y tomar la ciudad santa, que lamentablemente había sido maldita por Yahushua---¡pero esto sucedió así porque sus propios habitantes la habían maldito al insistir en el asesinato de Su Rescatador el Ungido Hijo de Yahweh, quien también es Nuestro Salvador y Mediador Yahushua!
Todos sabemos eso, queridos míos. Pero casi ninguno sabe que el General romano Tito quería conservar el Templo cuando invadiera la ciudad...y que no fue sino por predestino de Yahweh que el Templo habría de sufrir un catastrófico final---probando así que nadie puede ir contra la expresa voluntad de Yahweh.
Ahora veamos como nos dice la historia que se desenvolvieron estos trágicos sucesos.
En el año 67 d.C., el Emperador Nerón envió al general Tito, hijo del futuro emperador Flavio Vespasiano, a la provincia romana de Palestina, para sofocar una rebelión de la población judía, que ya llevaba varios años que duraba.
En junio del año 68 d.C. el senado romano declara al demente emperador Nerón enemigo público y Nerón se suicida víctima del pánico. Vespasiano es nombrado Emperador de Roma por los ejércitos de Oriente el 1 de julio de 69 en Alejandría, continuando la guerra civil que acabaría estando él en el trono.
Tras una fácil victoria en Egipto, Vespasiano se dirigió a Roma, que ya había sido ocupada en su nombre por Antonio Primo. Dejó la guerra en Judea al mando de su hijo Tito, y llegó en el año 70 d.C.
Es importante saber que las facciones radicales judías de Jerusalém desde varios años antes de ser invadidas ya estaban totalmente decididas a sacudirse el yugo romano para siempre. En el año 66 d.C., Roma envió a las legiones acaudilladas por Cestio el Galo, gobernador de Siria. Años más tarde, en el año 70 d.C., el general Tito marchó desde Roma con la meta de conquistar definitivamente la problemática ciudad de Jerusalén y su grandioso Templo.
Previo a la súbita muerte de Nerón, Vespasiano había vencido a los judíos en la región de Galilea y, en la conquista de la ciudad de Jotapata los romanos habían hecho prisionero a un joven llamado Yosef ben Mattityahj, que era considerado como caudillo de los rebeldes de Galilea. Este Yosef ben Mattityahj estuvo entre los escasísimos supervivientes a los que se les respetó la vida en aquella cruenta batalla. Al ser hecho prisionero, fue llevado ante Vespasiano, y Yosef le pronosticó que se convertiría en emperador.
Cuando al cabo de dos años, Vespasiano entró en Roma como emperador, llevó consigo a Yosef ben Matityahj, le concedió la ciudadanía romana, ¡y lo nombró uno de los historiadores oficiales del imperio romano.
El joven Yosef ben Matityahj se hizo llamar, por orden de su mentor Vespasiano, Flavius Iosefus, y poco después de la destrucción de Jerusalém y de la definitiva ruina de lo que quedaba de Israel, el judío Josefo se estableció definitivamente en Roma donde escribiría "Las guerras de los Judíos," en la que describe la formidable tragedia de la que fue protagonista y testigo entre los años 66 y 70, d.C. Este es un recuento de lo sucedido.
Previo a la invasión del año 70, y como una muestra final de misericordia, Tito exhortó a los judíos residiendo en Jerusalém a rendir la ciudad pacíficamente a fin de salvar sus vidas. Pero los judíos rehusaban creer que las profecías dadas por Yahushua y los apóstoles se cumplirían...y se negaron.
A consecuencia de esto, Tito cercó la famosa ciudad con miles de estacas puntiagudas, eliminando así la posibilidad a los judíos de poder escapar o desplazarse. ¡Tito los encerró en su propia ciudad, a fin de se rindieran al ver sus abastos de alimentos eventualmente desaparecer!
Pero los judíos no se rendían. Y los ejérictos romanos también se estaban agotando a causa de la larga espera.
Esto prácticamente obligó a Tito a decidir irrumpir en la ciudad y tomarla por la fuerza. Con todo y esto, el general romano puso todo su empeño en salvar el codiciado Templo de Herodes, conociendo la impaciencia y volatilidad de sus tropas, queridos míos. Tanto es así que comenta Favio Josefo: «Tito despertó la irritación no sólo de sus soldados, sino también de sus oficiales, puesto que, por salvar un templo extranjero, causaba daños y perjuicios a sus hombres».
Los judíos, sobretodo los gobernantes y religiosos, sabiendo ya que Tito prefería preservar el Templo, se movieron con sus pertenencias al Monte del Templo y se prepararon para refugiarse allí---al igual que mas tarde en la historia muchos cristiano-romanos acostumbraban refugiarse en las iglesias durante la guerra.
Los soldados y oficiales al mando de Tito no querían esperar mas ni subsiguientemente ejercer diplomacia alguna con los judíos, sino que querían entrar a la ciudad por la fuerza y rápidamente arrasar todo a su camino, matando, quemando y destruyendo. Pero Tito prefería conquistar la ciudad sin daños mayores, aún sin la cooperación de los judíos, cuyos principales permanecían acuartelados en lo alto de la ciudad (en el Monte del Templo).
Finalmente Tito se decidió a lanzar un ataque nocturno contra la parte exterior del Templo... y ordenó incendiar las puertas exteriores de los atrios para hacer salir a los judíos con el humo, y entonces, según narra Flavio Josefo, «se propagó rápidamente el fuego a la madera de forma inesperada, envolviendo a los pórticos en un mar de llamas."
Tal parece que los soldados de Tito silenciosamente no acataron las órdenes de su general al pie de la letra.
Viendo esto, Tito ordenó apagar las llamas y abrir una brecha en dirección a las puertas, matando a los resistentes y tratando de salvar al mismo tiempo la construcción, ya que él todavía quería apoderarse del famoso santuario que se había convertido en el núcleo principal de la resistencia judía.
Para evitar perder en el fuego a la majestuosa estructura, Tito mandó a sus legionarios a apagar el fuego y luego a retirarse brevemente. Pero los soldados romanos no se retiraban de las inmediaciones del Templo porque aparentemente no conseguían extinguir completamente aquel fuego. Ante esto, Tito decidió actuar de inmediato para que el fuego fuera apagado sin mayor dilación---pero si su "Plan A" fracasaba, él ya tenía planificado un siguiente y mas feroz "Plan B."
«Tito decidió que si los judíos tomaban posiciones en el templo para continuar la resistencia, habría que emplearse a fondo contra las cosas en vez de contra los hombres, pero en ningún caso habría que entregar a las llamas aquella magnífica construcción...»
Tito no quería hacer una matanza de judíos dentro del Templo, para no tener un mal nombre con la población civil de la ciudad, pero los principales del Pueblo se mantenían firmes dentro del Santuario, y habían cerrado las enormes puertas por dentro. Tito prefería hacer salir del Templo a los resistenes por la fuerza, antes de tener que entrar y que adentro ocurriera una matanza peor. Pero dió órdenes expresas a sus oficiales que bajo ningún concepto habrían de incendiar el Templo para hacer salir a la resistencia judía de su interior.
Por un lado, la impaciencia e insatisfacción de los soldados y sus oficiales cada día se hacía mas patente. Todos ellos querían tomar el mando y matar a los habitantes judíos dondequiera que estuvieran escondidos, sin importarles para nada el Templo. De hecho, entre los legionarios se comentaba el deseo de destruírlo, aún contra las órdenes de Tito.
Pero por otra parte, los judíos ingenuamente apostaban todas sus fichas a que mientras ninguno de ellos saliera del interior del Templo ni se rindiera, los romanos no podrían hacer nada mas que cruzarse de brazos---noción que percibieron los soldados romanos y que lamentablemente pronto desencadenaría su peor furia.
En armonía con su plan B, el 16 de agosto del año 70, «Tito se retiró a la Torre Antonia, decidido a desencadenar a la madrugada un asalto con todos sus efectivos, para apoderarse de todas las partes del Templo».
A los efectos, Tito dejó órdenes específicas a sus oficiales que actuaran velozmente a la siguiente madrugada, y esa noche se llevó a sus tropas con él y se fue a dormir a su tienda en las afueras de la ciudad. Aparentemente, y aprovechando esta tregua, esa misma noche los rebeldes (judíos) asaltaron a los pocos soldados romanos que se habían quedado alrededor del Templo para vigilar y evitar que el fuego del día antes se saliera de control.
«Cuando Tito se retiró, los rebeldes, tras una breve pausa, se arrojaron nuevamente contra los romanos y hubo una encarnizada lucha entre los defensores del santuario que intentaban apagar el fuego en la explanada interior».
Pero los soldados romanos otra vez terminaron haciendo correr a los rebeldes, quienes huyeron, ¡pero nuevamente hacia el interior del Templo---y tras entrar allí volvieron a cerrar las puertas!
¡Los judíos volvieron a burlar a los legionarios romanos! Fue en este justo punto cuando uno de los legionarios romanos, frustrado e iracundo, desobedeció al General Tito aprovechándose de su ausencia. Flavio Josefo lo narra así:
«Aquellos (los legionarios), tras haber puesto en fuga a los judíos, los persiguieron hasta el interior del Templo y entonces, un soldado---sin aguardar órdenes y sin demostrar temor alguno en cometer tan terrible acción---echó mano de una de las enormes antorchas y, secundado por otro de sus compañeros, ¡la arrojó a través de una ventana dorada que daba a los salones próximos al Lugar Santísimo en la parte norte!»
De alguna forma que tal vez jamás se sabrá, esto fue mas que suficiente para que se desatara un incendio de gigantescas proporciones dentro del templo aquella madrugada.
Amados, ¡ahora los judíos atrincherados allí estaban a punto de ser quemados junto con todo y templo, y el General Tito estaba dormido en su tienda en las afueras de la ciudad, completamente ajeno a todo esto, y acompañado por la mayor parte de sus tropas!:
«Alguien corrió a avisar a Tito, que se había retirado a su tienda para descansar un corto tiempo. Puesto en pie, fue, tal y como se encontraba vestido, hacia el Templo, para intentar dominar el incendio."
Tras enterarse de lo que había pasado en el Monte, y ver a Tito y a sus oficiales tan alarmados, las tropas se despertaron encolerizadas y descontroladas:
"Lo siguieron todos sus generales, y a éstos les siguieron muy desordenadamente las legiones, llegándose a formar un gran griterío y confusión, como resultaría inevitable suceder en un avance desordenado de fuerzas tan numerosas."
Cuando llegaron al Monte del Templo Tito y sus oficiales, la escena era dantesca, el exterior del magnífico Santuario estaba casi envuelto en llamas, y entre los miles de soldados que los acompañaban reinaban el caos y la anarquía:
"Ya con su voz, y ya con la mano, César dió la orden tajante a los combatientes de apagar el fuego, ¡pero ellos ni oían sus palabras, ensordecidos por un griterío cada vez mayor, ni prestaban atención a las señales que les hacía con la mano---enardecidos como estaban en la lucha, o arrastrados por el frenesí!"
Amados, sucedió que esa fatídica madrugada veraniega del 16 de agosto del año 70, se desencadenó un caos cual nunca antes se había visto suceder en el Monte del Templo, ¡y de repente reinó la total anarquía! Habiendo dado rienda suelta a la ira, ¡nadie hacía caso de nadie!
"Para detener el ímpetu de los legionarios romanos, ¡no sirvieron ni órdenes ni amenazas, pues todos se dejaron llevar por la furia!»
Pese a las órdenes y las amenzas, ninguno hacía nada por tratar de apagar el fuego. Algunos soldados romanos, arrastrados por el frenesí, se habían metido al interior del templo por una de las ventanas, llevando antorchas consigo, con la intención de carbonizar la estructura con todo y ocupantes sin importarles las consecuencias.
«De repente, uno de los que habían entrado en el Templo, cuando ya César había salido para intentar detener a los soldados, lanzó en la oscuridad una antorcha contra los goznes de la puerta (la puerta del Sancta Sanctorum). Tras la instantánea extensión del fuego hacia todo el interior del Templo (que permanecía cerrado desde adentro), César y todos sus generales se retiraron... ...y a partir de ahí, ¡ya nadie le impidió a los soldados que estaban afuera terminar de propagar el incendio!»
La puerta exterior cayó finalmente envuelta en llamas, y así los soldados se adentraron para sofocar, quemar y masacrar a los judíos, quienes a su vez huían despavoridos hacia dondequiera que podían antes de caer asfixiados por el humo o traspasados por los iracundos legionarios de Tito.
Amados, fue así que el Segundo Templo de Jerusalém quedó totalmente destruído. Los soldados romanos, descontrolados y finalmente dejados por sus oficiales a hacer su entero capricho, quemaron todo lo que pudieron quemar, tumbaron todo lo que estaba en pié, y de lo que hasta ese trascendental día había sido el famoso Templo de Herodes, ¡"no quedó piedra sobre piedra"!
...y así ha sido hasta el día de hoy.
Pero...mas importantemente aún, querido amigo o amiga, ¿sabía Usted que la invasión de Jerusalém y destrucción del Templo a manos de los romanos aquel fatídico 16 de agosto del año 70 del cual acabamos de leer, no es sino un cumplimiento precursor de lo que aún está por suceder... una próxima y final vez? La profecía nos indica que la Casa de Judah se va a quedar desierta hasta que venga Yahushua.
Durante su vida en la tierra, Yahushua Ja Mashiaj realizó distintas profecias sobre la suerte de Jerusalém, la ciudad santa, y su Templo, a ocurrir en diferentes momentos históricos---y el último de ellos que ocurrirá cuando... "Cuando veáis a Jerusalém cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. (...) y Jerusalém será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles." (Lucas 21:20-24.)
"Después que Yahushua salió del Templo, mientras se alejaba, se acercaron sus discípulos para llamar su atención sobre las construcciones del Templo. Pero él les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida." (Mt 24, 1-2).
"¡Jerusalém, Jerusalém, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre de Yahweh." (Lc 13, 34-35) Y ese que viene en nombre de Yahweh, ¡es YAHUSHUA!